En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
Acompañamos a María en su dolor profundo, el dolor de una madre que pierde a su hijo amado. Ha presenciado la muerte más atroz e injusta que se haya realizado jamás, pero al mismo tiempo le alienta una gran esperanza sostenida por la fe.
Es por ello que el Sábado Santo o de Gloria se acostumbra a darle el pésame a la virgen por la muerte de su hijo, previo a la vigilia pascual en donde se da la bendición del agua y del fuego para proclamar la resurrección.
A continuación te presentamos un antiguo rezo que se daba con las insignias de la pasión o "Armas Cristi" para externar el pésame a la madre de Jesús y aunque no se sabe exactamente de dónde surgió aún es utilizado con mayor frecuencia en Málaga, España y en algunos hogares guatemaltecos en los que con devoción se acompaña a María en su dolor:
La Cruz
Madre llena de dolor, aquí tienes la cruz de tu Hijo, mírala, se parece a aquel pesebre, allá en Belén. Ése que quedó guardado en tu corazón. ¿Te acuerdas? Allí reposaba tu divino Hijo, tu pequeño niño, que cerraba sus ojos vencido por el sueño. Esta cruz acogió a tu Hijo, lo abrazó amorosamente con sus brazos de madera, en ella cerró sus ojos vencido por la muerte. De sus brazos pasó a los tuyos, como cuando era niño, allá en Belén. Aquí tienes su cruz… ¡y tu cruz!
Las monedas
¿Cuánto cuesta tu Hijo, Señora? Es el Hijo de Dios, Dios Él mismo, su valor es infinito, vale lo que la tierra toda, vale el sol y la luna. Vale todas las estrellas, vale más que el universo entero. Pero, para ti, vale más porque es tu Hijo. Aquí están las treinta monedas, la plata pagada a Judas, el precio de Jesús. Treinta monedas por la sangre de tu Hijo, ¡pagamos demasiado: Él nos la da gratis!
Virgen de Soledad, "Reina de la Paz" Templo El Calvario. |
El gallo
Los amigos de tu Hijo somos tus Hijos, así son ustedes, las mamás: tienen amor de sobra, alcanza para todos. Pedro es amigo de tu Hijo, es su buena compañía, es un hombre bueno, pero… ¡negó a tu Hijo!, ¡negó a su amigo! Perdónalo, Señora, y perdónanos a nosotros, los amigos de tu Hijo, tus Hijos también. Perdónanos porque nos avergonzamos de tu Hijo ¡y lo negamos! Tres veces, muchas veces antes de que cante el gallo.
El látigo
Pilatos mandó azotar a tu Hijo. No lo hizo por maldad. Él quería la compasión del pueblo. Quería salvar a tu Hijo… ¡y lo mandó azotar! Lo cubrió con un manto de sangre y así, con tan regio vestido, lo presentó a la chusma: ¡Ecce Homo! (Se pronuncia Ecche omo) ¡He aquí el Hombre! Y aquel hombre era Jesús, aquel hombre era tu Hijo, varón de dolores, Hijo de la Dolorosa. ¿Se condolió la turba? ¡No! pidieron más, pidieron la muerte, la muerte de tu Hijo.
La corona
Dios te salve, reina y madre… así te decimos tus Hijos. Reina porque eres madre, la madre de Jesús, el rey del universo. Tú eres la reina madre. Aquí está la corona de tu Hijo. La única corona que lució. Nosotros se la dimos, nosotros lo coronamos como rey de burlas. Mírala, madre, es la obra maestra de la crueldad, cuidadosamente trenzada con espinas escogidas. No son rubíes, Señora, no lo son; es la sangre de tu Hijo que la hace más preciosa. Es su corona y tu corona.
Nuestra Señora de Soledad, Templo de Santo Domingo. |
La caña
Los humanos somos crueles, hacemos leña del árbol caído. Los soldados romanos no se conformaron con azotar a Jesús; lo vistieron con un manto púrpura, le pusieron una corona de espinas y le dieron un cetro: esta caña del campo. La arrebataron de sus manos y con ella golpearon su cabeza. ¡Su cabeza coronada de espinas! Y reían. Encontraban gracioso el dolor de Cristo y se burlaban de Él: “¡Salve, rey de los judíos!”. Aquí está el cetro de tu Hijo, madre llena de dolor, es signo de su nobleza y de nuestra crueldad. Que tu Hijo rey, manso y humilde, nos ayude a comprender el dolor de los hermanos.
La toalla de Pilato
Pilatos es un hombre justo, pero también es amigo del César, y entre la justicia y la política, Pilatos escogió la política, ¡y se lavó las manos!. “Soy inocente de la sangre de este justo”, gritó muy claro, y él así lo creyó: se quedó con las manos limpias y el corazón manchado. También nosotros, Madre de Jesús, hacemos componendas con la vida para quedar bien parados, aunque sufra el inocente. No somos inocentes de la sangre de Jesús; que caiga, redentora, sobre nuestras cabezas y las de nuestros Hijos.
El velo de la Verónica
Aquí está la imagen de tu Hijo, ¿lo reconoces?, quedó su rostro impreso en el velo de la Verónica; pero quedó mejor grabado en su propia alma. Aquí está el lienzo de mi alma, no es un velo blanco y limpio, en Él han quedado impresos todos mis pecados, todos mis desamores. Pero allí está el rostro de Jesús, resaltando sobre el pecado, rostro doloroso, tan dolorido como mi alma. ¿Reconoces su rostro impreso en mi alma?
Virgen de Soledad, "Reina de la Humanidad", Templo La Recolección. |
Los dados
¿Te acuerdas cuando envolvías en blancos pañales a tu Hijo niño, allá en Belén? ¿te acuerdas cuando lavabas sus ropas infantiles después de sus juegos?, ¿te acuerdas cuando remendabas su ropa de hombre gastada por el trabajo? Dicen que tú misma le hacías su ropa. A los soldados les gustó su ropa, y decidieron no cortar aquella preciosa túnica que tú le hiciste. Se la jugaron a los dados. ¡Qué suerte la del soldado que la ganó a los dados! También nosotros queremos la túnica blanca de tu Hijo, pero no necesitamos los dados; nosotros tenemos la suerte de haberla gratis ganado en nuestro Bautismo. Cuida nuestra gracia, Madre de la Divina Gracia.
Los clavos
¿Te acuerdas, Señora? José le enseñó a Jesús a ser un buen carpintero. Carpintero Jesús, Hijo del carpintero. Dicen los pintores que, ya de niño, labraba pequeñas cruces con sus propias manos. Cómo ama la Cruz Jesús el carpintero, la ama tanto que se abraza a ella y, para no perderla, se deja clavar a ella. Estos clavos son el amor de Cristo, amor que salva, redentor amor.
El letrero de la cruz
“Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”, dice este letrero que Pilato mandó poner sobre la cruz de Jesús y que no quiso cambiar ni por las reclamaciones de los judíos. Les contestó “lo escrito, escrito está”. Aquí está escrito, por si no lo sabemos, que Jesús es rey; y nosotros añadimos, “rey del universo”. Aquí está el letrero, María, madre del rey, es proclama oficial de Roma puesta sobre el trono de tu Hijo. Ahora el rey ha muerto; pero nosotros decimos contigo: “¡viva Cristo rey!”. Queremos ser como ese letrero que proclama al mundo la realeza de tu Hijo.
La esponja
“Tengo Sed”, murmuró Jesús, allá, en lo alto de su cruz. Los soldados ya lo sabían. Los crucificados siempre tienen sed. Sacaron una esponja, la empaparon en vinagre, la ataron a una caña y la acercaron a los labios del crucificado. ¿Crueldad?; ¡No! Era tan sólo humanidad. Aquel vinagre calmaba la sed de Cristo. Bendita esponja, signo de la compasión, alivio de la sed. Tu Hijo, María, tiene sed. Sed de mí, sed de nosotros. ¡Cómo nos gustaría ser agua fresca, agua limpia y pura, para calmar su divina sed!
La lanza
Longinos, se llamaba, así nos lo dice la tradición; era el soldado de la lanza, el del golpe de gracia. Dicen que había perdido un ojo, trofeo de guerra, y que la sangre de Jesús, desde su corazón herido, salpicó el ojo muerto y, donde había oscuridad, se hizo la luz. ¡Sangre generosa de Jesús que sana a quien le hiere! Del corazón traspasado brotó sangre y agua. Corazón misericordioso del Señor de la Misericordia. Aquí está la lanza, Señora, ella no mató a tu Hijo, ya estaba muerto aquel a quien traspasaron para que nosotros lo miráramos y quedáramos sanados. Santa Madre Dolorosa, perdona lo que hicimos con tu Hijo; enséñanos a pagar con nuestro amor lo que nuestro desamor hizo.
Oración
Madre de Jesús y madre nuestra, la noche avanza cubriendo el cuerpo muerto de tu Hijo, negra mortaja que lo oculta a los ojos de los hombres. La tumba ha sido sellada, ha vuelto al seno de la tierra el que nos creó de ella. Es noche. La oscuridad cubre la tierra. No hay luz. Pero en tu corazón sí la hay. En tu corazón es de día porque la luz de tu Hijo lo ilumina. Esa luz brillará gloriosa al amanecer de su primer día, el día del Señor por excelencia cuando Él vuelva a la vida venciendo a la señora de la noche. Santa María del Consuelo, consuélanos en nuestra espera.
Previo la pandemia, las imágenes de la Virgen de dolores y de Soledad acostumbran a realizar un pequeño recorrido procesional el sábado Santo por la tarde para finalizar con las actividades de duelo, a diferencia del viernes Santo, cuando lleva ajuares lujosos, este es ataviada con luto riguroso.
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