Mientras la lluvia sigue y las inundaciones continúan, las enfermedades causarán una crisis sanitaria sin precedentes, según advierte el Ministerio de Salud y confirman los médicos que trabajan en las áreas impactadas.
Luego de un desastre natural como la depresión tropical Eta es cuestión de tiempo para que ocurran brotes de distintas enfermedades entre la población afectada. La situación se agrava con la llegada al país de otro fenómeno natural de igual intensidad, como lo es Iota; sin obviar que la pandemia de covid-19 sigue presente, el panorama no es nada alentador para las próximas semanas.
En varios municipios los suelos están saturados por las lluvias de días atrás, el nivel del agua no ha descendido en muchas comunidades, otras están entre el lodo, ramas de árboles y escombros que dejaron los deslaves, en tanto que los damnificados se encuentran hacinados en albergues, donde las carencias son muchas. El contexto es el idóneo para enfermarse.
La Guía de vigilancia epidemiológica en situación de desastre de noviembre 2020 del Departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud, menciona que en la primera semana posterior a ocurrir inundaciones, aludes y deslaves las personas pueden tener padecimientos respiratorios, enfermedades en la piel -pediculosis, escabiosis, infecciones de heridas y micosis, lesiones de causa externa -traumatismos-, accidentes ofídicos -mordeduras de serpientes-, enfermedades transmitidas por alimentos, así como ansiedad y estrés postraumático.
El riesgo se incrementa debido al desplazamiento de las poblaciones hacia otros sitios, interrupción y contaminación del abastecimiento de agua y de los servicios básicos de saneamiento, cambios ecológicos que favorecen el desarrollo de vectores, desplazamiento de animales domésticos y salvajes, así como la ubicación de albergues en lugares inadecuados.
Entre el agua
Eta encontró un suelo ya saturado principalmente en la franja transversal del norte, pues las precipitaciones de octubre registraron un nivel 50% por arriba de lo normal, según reportó el Instituto Nacional de Sismología Vulcanología y Meteorología (Insivumeh). Aunque Iota se ha debilitado y de huracán pasó a generar precipitaciones tipo temporal, la saturación de agua en el suelo hasta el miércoles último alcanzaba el 90%, lo que ocasionó inundaciones.
“Esta no es agua limpia, muchas personas (en las áreas rurales) no tienen sistema de drenajes, sino que usan letrinas que con la lluvia se han desbordado y se mezclan con esa agua”, menciona el médico René Sierra, subdirector del Hospital Regional de Cobán. Pero no solo eso, animales que se ahogaron continúan entre el agua y están en proceso de descomposición. De esa cuenta, las fuentes del líquido para el consumo también se contaminaron.
Pasarán semanas para que la inundación ceda, mientras tanto el agua estacada ya provoca problemas gastrointestinales en la población. Sierra indica que debido a que los caminos están anegados, las personas no han podido movilizarse hasta el hospital, es el personal de Salud Pública de los distintos distritos los que están atendiendo los casos.
Se han presentado pacientes con hongos en la piel y lesiones dérmicas sobreinfectadas por la misma condición insalubre. En los niños se reportan casos con escabiosos – conocida como sarna-, padecimiento que es altamente contagioso. También se atiende a gente con heridas que sufrieron al momento de escapar de deslaves o inundaciones.
“Estamos preparando para lo peor”, señala Sierra, ya que además de las enfermedades descritas, debido a la saturación de los suelos pueden darse deslizamientos de tierra como el ocurrido el 5 de noviembre pasado en la aldea Quejá, en San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz.
“En el caso de las inundaciones hay que tomar en cuenta que mucha gente ya evacuó, porque ya saben que las casas se inundan, pero nuestro temor son los deslaves que puedan generarse. Hay que recordar que nuestras poblaciones son de familias numerosas, y que en una misma casa viven hasta tres familias, ese es un riesgo enorme”, agrega en un artículo de Prensa Libre.
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