Según un artículo del Washington Post, durante una sesión informativa en Ginebra, Maria Van Kerkhove, líder técnica de la Organización Mundial de la Salud para el COVID-19, asombró a las autoridades sanitarias del mundo al declarar que “aún parece raro que un individuo asintomático contagie a otro”. Al día siguiente, Van Kerkhove y la OMS se apresuraron a aclarar que aún hay muchas incógnitas en torno a la transmisión asintomática del virus.
Aunque aún no es concluyente, cada vez hay más evidencia que sugiere que una persona asintomática puede transmitir el nuevo coronavirus sin saberlo, tal como un individuo presintomático lo transmite antes de enfermarse. Debido a su naturaleza binaria, el COVID-19 —con frecuencia benigno, pero en ocasiones mortal— entra en una categoría singular entre los patógenos comunes que afligen a la humanidad.
En nuestra evaluación, que se publicó recién en los Anales de Medicina Interna (Annals of Internal Medicine) reunimos datos de 16 fuentes distintas, provenientes de todo el mundo y contextos tan diversos como cruceros, asilos, refugios para indigentes y cárceles. Tras evaluar la tasa general de infección asintomática, descubrimos drásticos valores atípicos. Por ejemplo, entre 3,277 reclusos en cuatro estados de Estados Unidos que dieron positivo al coronavirus, un alarmante 96% era asintomático cuando se realizó la prueba. En contraste, solo 6% de los 48 residentes infectados en un asilo era asintomático. Parece ser que una variedad de factores explica estos extremos, entre ellos la edad o la previa exposición a otros coronavirus más benignos.
Al margen de estos valores atípicos, nos impresiona la uniformidad de los datos de las tres muestras representativas en nuestra colección. Para calcular con precisión el porcentaje de personas infectadas y asintomáticas, científicos seleccionan a miembros de la población al azar para realizar pruebas del coronavirus, como han hecho estudios en Islandia e Indiana, o examinan a casi toda la población, como sucedió en un poblado del norte de Italia.
Estos tres estudios calcularon porcentajes de infección asintomática de 42, 43 y 45%. A sabiendas de que algunos individuos en estos grupos presentaron síntomas después, concluimos que la tasa general de infección asintomática es por lo menos de 30% y puede llegar hasta 40 o 45%.
La probabilidad de contagiar a otros no es el único riesgo de estar infectado sin tener síntomas. Estudios de Japón y Corea del Sur revelan anomalías en los pulmones de individuos asintomáticos. Se trata de regiones borrosas en las tomografías, las características “opacidades en vidrio deslustrado” que, ahora se sabe, son una señal inequívoca del COVID-19.
No queda claro lo que estas anormalidades pulmonares supongan para la salud a largo plazo de los individuos asintomáticos (un duro recordatorio de que la ciencia apenas comienza a entender los daños que puede causar este nuevo patógeno).
¿Qué hacer con la información de que la infección asintomática por coronavirus es común? En el plano individual, saber que usar cubrebocas fuera de casa sigue siendo esencial porque existe la posibilidad de estar infectado sin presentar síntomas. Para proteger a los demás compórtate como si estuvieras infectado.
En el plano social, saber que la infección asintomática generalizada implica que se deberían realizar más pruebas del coronavirus, tal vez incrementarlas por un factor de 10 o más. Centrar los estudios exclusivamente en los enfermos con síntomas, como se ha hecho hasta ahora, es un error. Las autoridades sanitarias deberían abarcar a un sector más amplio de la población.
La ciencia se enfoca en visibilizar lo invisible, en contemplar cosas conocidas con métodos desconocidos. Ahora que sabemos que muchas personas que se contagien de coronavirus nunca desarrollarán síntomas, pero pueden contagiar a otras, tenemos que repensar y revisar las tácticas para controlar la pandemia causada por el COVID-19 y algún día ponerle fin.
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